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Congregación Cuerpo y Sangre de Cristo

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BOGOTA, D.C. Calle 78 # 76-26 Barrio la Granja, Cundinamarca, Colombia
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lunes, 1 de mayo de 2017

PREPARACIÓN PARA PENTECOSTES 1 DE MAYO DE 2017

EL ESPÍRITU SANTO Y LA CIRCUNCISIÓN
Lc 2,21


I
Apenas entró Jesús al mundo cuando quiso ofrecer la primera sangre para salvarnos; ¡tarde se le hacía derramarla en favor nuestro!
Dice la carta a los Hebreos:  …“La sangre de Cristo, que por el Espíritu Santo se ofreció a sí mismo inmaculado a Dios, purificará de las obras muertas nuestra conciencia". Hb 9, 14.   El Espíritu Santo inspira el sacrificio de Jesús en la Cruz.
La efusión de la sangre de Jesús, prepara la otra efusión invisible del Espíritu Santo, cuando nos lo entregó en la Cruz.
En todos los pasos culminantes de su vida, Jesús dio muestras de su divinidad encubierta, excepto en la circuncisión.
Cuando nació llorando y temblando como los niños pecadores, ángeles, pastores y reyes le adoraron.
Cuando se hizo bautizar en el Jordán como un pecador, la voz del Padre, el Espíritu Santo, en forma de paloma, y el mismo Bautista, dieron testimonio de que era el Hijo de Dios.
Antes de dejarse prender, con sólo decir: “Yo Soy” Jn 18, 5, derribó por tierra a los soldados.
En su Pasión, clavado en la Cruz, en medio de dos ladrones, el sol se eclipsó, tembló la tierra, se rasgó el velo del templo y el centurión y muchos, golpeándose el pecho, confesaron que era el Hijo de Dios.
Sólo en la circuncisión parece que del todo se olvida de sí, de su honra, allí no hay ángeles, ni milagros. ¡Qué profundas lecciones de amor y qué sangre y qué humillaciones tan poco agradecidas!...

II
Obedeció Jesús al Espíritu Santo que le inspiraba todo lo que debía hacer. Jesús no tenía obligación de someterse a esta ley, y quiso derramar su sangre, y parecer lo que no era: pecador.
¿Y yo?, ¿cuántas veces desoigo la invitación interior del Espíritu Santo que me impulsa al vencimiento, a la abnegación, al sacrificio?
Jesús deseó aparecer pecador porque había venido a revestirse del pecado para expiarlo. Esto le pidió el Espíritu Santo y esto aceptó Jesús: cargar con el peso de mis pecados delante de su Padre celestial para que me salvara, para conquistarme al Espíritu consolador que endulzaría mi destierro.
¿Por qué no aprovecho la acción del Espíritu Santo en mí?...

III
¿Qué sentiría Jesús viéndose así, revestido del pecado, en presencia de su Padre celestial, del Espíritu Santo, de María, su Madre purísima, y de sus ángeles?... ¡Él! -¡la misma PUREZA!-.
El divino Espíritu se gozaba en la obediencia de Jesús, al verlo sacrificarse siguiendo sus amorosos impulsos. Sacrificios interiores y exteriores le pidió toda su vida. En el establo le pidió pobreza, frío, dolores; y a Jesús todo le parecía poco por mi bien, quería darse todo y dijo al Padre: "He aquí que vengo, Padre, para hacer tu voluntad". Hb 10, 7
Es que ama Jesús a los hombres, divina y humanamente, y nos da con abundancia sus favores, -poseído del Espíritu Santo y con el mismo Espíritu Santo, que es unidad, perfección y caridad-.
El dolor repugna a la naturaleza, es cierto; pero el Espíritu Santo hace dulce el padecer y le comunica además tales atractivos que acabamos por gloriarnos en la Cruz como en el mayor de los tesoros. "El hombre natural no capta las cosas del Espíritu de Dios". 1 Co 2, 14 "Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios para conocer las gracias que Dios nos ha dado. 1 Co 2, 12.

ORACIÓN
¡Santo Espíritu, deleite purísimo, gozo en persona, júbilo infinito, que enciendes en el amor de Dios y en él quieres inflamarnos también a nosotros! ¿Quién podría explicar lo que eres? ¡Sólo María podría darnos una idea de tu caridad sin límites!
¡Que Ella nos lleve a ti para que, en unión del Padre y del Verbo divino hecho hombre, te conozcamos algún día, sumergidos en los eternos esplendores de la divinidad! 
Amén.


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