TERCER DÍA
¡Oh Divino Espíritu!, vengo a pedirte
con confianza filial el fruto de la fe.
La fe es la raíz, el principio de
nuestra justificación, es la primera de las virtudes
La fe sin obras es virtud muerta, por
tanto, la luz de la fe debe iluminar toda nuestra vida, gustos, costumbres y
aspiraciones; y dar a nuestros actos pureza de intención, con el único fin de
agradar a Dios y *complacerlo.*
¡Oh Espíritu Santo!, dame esa fe que
transporta montañas; esa fe que confía en tu Palabra sin que la conmuevan los
acontecimientos más contradictorios y adversos.
La *modestia, continencia y
castidad...* son frutos que se desprenden de la Luz, que eres tú, ¡oh Espíritu
Santo!
La Santísima Trinidad es Luz,
Claridad, Transparencia y Blancura!
No hay palabras para explicar tu
Pureza, Espíritu de Luz increada; el Padre, en su infinita Pureza, con una
complacencia inefable, engendró al Verbo, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios
verdadero, consubstancial al Padre y con sus mismos atributos divinos.
Danos hoy un destello de esa luz,
para purificarnos. Haznos dignos hijos de María, reflejo de tu Luz. Amén.
ORACIÓN FINAL
¡Gracias, Espíritu Santo! de tu
infinita misericordia esperamos los frutos espirituales que te hemos pedido
para nuestro bien. Tú que lavas lo manchado, que riegas con rocío del cielo la
aridez de los corazones, que sanas las enfermedades, que aconsejas, que
fortaleces, que enseñas, ten compasión de nuestras miserias, y con tu gracia
renuévanos y comunícanos tu santidad.
María, la sin mancha, la Hija del Padre,
la Madre del Hijo, y tu Esposa amadísima, va a pedirte una bendición que nos
purifique y nos haga santos, para salvar muchas almas que te den gloria, que te
conozcan y te amen. Haznos verdaderos apóstoles para que, después de trabajar
por tu causa hasta la muerte, vayamos a gozar de tus esplendores durante la
eternidad.
Amén.
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