ISAÍAS, INSPIRADO POR EL
ESPÍRITU SANTO, PROFETIZO ACERCA DE JESÚS
Lc 4,18-19
I
Jesús
inauguró su ministerio explicando la Palabra divina que sólo él puede
comprender porque esa "Palabra", el Verbo de Dios, es él mismo.
"El Espíritu del Señor esta
sobre mí, porque me ha ungido, me ha enviado a anunciar a los pobres la Buena
nueva, a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para
dar la libertar a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor".
Lc 4, 18-19 Meditemos
en esas palabras que el Espíritu Santo inspiró acerca del Redentor.
La
primera unción de Jesús fue su concepción milagrosa. “..Lo que ha nacido de ella es del Espíritu Santo”. Mt 1, 20
Y
esta unción consiste en dos cosas: primera, en la unión admirable de las dos naturalezas;
y segunda, en la plenitud de los dones.
II
La
segunda unción se manifestó al mundo en el Jordán, al ser bautizado Jesús por
Juan Bautista. Allí se escuchó la voz del Padre: "Éste es mi Hijo muy amado en quien me complazco Mt 3, 17, y
Lucas manifiesta claramente que fue ungido cuando escribe: "Jesús, lleno del Espíritu Santo, se volvió del Jordán. Lc 4, 1
III
El
Espíritu Santo no sólo está sobre Jesús, sino "que baja y descansa en él". Jn 1, 32. –como dice san Juan-.
El
Espíritu Santo es "amigo de los hombres" y nos da lo que tiene: nos
da a Jesús, ¡que es muy suyo!, en la sagrada Eucaristía.
Dice
Lucas: "El Espíritu del Señor (está)
sobre mí" Lc 4, 18, e inmediatamente agrega: "Por lo que (Jesús) evangelizará a los pobres, curará, predicará,
consolará, etc. Cf. Lc 4, 18
Jesús
fue ungido, es decir, marcado, fortalecido por el Espíritu Santo para colmar a
la humanidad de toda clase de bienes, para redimirla, santificarla y abrir el
cielo para ella.
ORACIÓN
¡Oh
Santo Espíritu, tercera persona de la Trinidad, Espíritu consolador que das y
eres al mismo tiempo el Don, danos
un corazón capaz de alabarte y amarte
sin medida! ¡Eres la felicidad completa y tu solo pensamiento regocija el
corazón!
Se
tú, ¡oh divino Espíritu!, quien nos una a la misión evangelizadora de Jesús que
glorifica al Padre por la salvación del mundo.
¡Y
tú, Madre incomparable!, cuyo Corazón era en la tierra el vivo retrato de
Jesús, calca en nuestro espíritu la divina imagen para que desciendan sobre
nosotros las bendiciones de toda la Santísima Trinidad.
Amén.
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