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Congregación Cuerpo y Sangre de Cristo

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domingo, 7 de mayo de 2017

PREPARACIÓN PARA PENTECOSTES 07 DE MAYO DE 2017

EL ESPÍRITU SANTO LLEVA AL DESIERTO
Lc 4, 1


I

Existen tres medios para que nuestra alma se llene del Espíritu Santo.
El primero es la SOLEDAD. Sí, la soledad es una gracia. Aparte de la exterior, existe la interior, esa soledad en que el alma se recoge y dispone sus oídos para escuchar las inspiraciones divinas.
Cuando Dios quiere hacer grandes favores a un alma, la desprende primero de los suyos, de los amigos, de los apoyos del mundo, de las criaturas en general; luego, "la lleva a la soledad y habla a su corazón". Os 2, 16
Esto lo hace siempre con el alma dispuesta y generosa que renuncia a todo por su amor, con el alma sacrificada, abnegada, valiente y olvidada de sí misma.

Ayúdame, ¡Santo Espíritu!, con tu fortaleza porque soy muy débil. Tú sabes cuánto me cuesta ordenar mis afectos y encauzar mis pasiones en la relación con mis seres queridos.
Hazme entender que nací para ti; que soy para ti; que debo buscarte a ti y vivir y trabajar sólo para ti, para gloria de la Trinidad Santísima.
¡Santa soledad interior, absórbeme, que por experiencia sé que sólo en ti siente mi alma reposo, porque sólo en tu seno encuentro al Espíritu Santo, mi Dios y Señor!

II

El segundo medio para hallar al Espíritu Santo es la ORACIÓN. Orar fue la grande ocupación de Jesús en la tierra; su vida fue una oración continuada: "Vigilad y orad" Mc 14, 38, -nos dijo- y lo hizo también porque todo lo enseñaba con su ejemplo.
Y ¿qué es la oración? Es la íntima comunicación de los dos corazones que se hicieron y son el uno para el otro: ¡el Corazón de Jesús y el mío!, ¡el Corazón de un Dios y el de un hombre!, ¡el del Creador y el de su criatura!
Conversación inefable, en que se ama sin hablar, en que se habla sin palabras, en que se oye sin oídos, y sin sentidos se siente: conversación substancial, en la que el alma se alimenta maravillosamente con el Verbo divino y en la cual se comunica el Espíritu Santo con sus dones y favores.
Horizontes extensísimos de perfección se descubren a quien ora: ve la necesidad de expiación en esta vida o en la otra; contempla y pesa lo que ha costado su salvación y lo mueve a corresponder al amor de su Dios; entiende y penetra a fondo cómo el Amor lo perdona todo con excepción de una sola cosa: el no ser amado.
Con el amor no se juega. Jesús lo ha hecho todo para salvarnos. ¡Todo esto, con claridad meridiana, lo entiende el alma que ora!

III

Además de la soledad y de la oración, el Espíritu Santo pide el SACRIFICIO.
No hay ni puede haber vida espiritual, unión con el divino Espíritu, sin sacrificio, sin penas del cuerpo y del corazón, sin anhelos de padecer, sin renunciamiento propio.

El Espíritu Santo interviene en el sacrificio de Jesús en la Cruz: "Cristo, por el Espíritu Santo, se ofreció a sí mismo inmaculado a Dios". Hb 9, 14
¡El sacrificio!, Jesús nos mostró este camino para ir al cielo. Nos dijo: "Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y me siga". Mt 16, 24
En el camino de la negación sólo cuesta, sólo es duro, el primer paso, porque "su yugo es suave, su peso ligero". Mt 11, 30
Sólo los esforzados arrebatan el cielo; sólo el que lucha alcanza la victoria y el reino de los cielos padece violencia". Mt 11, 12
¡Los santos se hicieron guerra a sí mismos! Es verdad; pero no hemos de olvidar las dulzuras del padecer: "Sobreabundo en alegría y reboso de contento, porque todo lo puedo en Aquel que me conforta". Flp 4, 13
Y esta fortaleza ¿de dónde viene, de dónde puede venir, sino del Espíritu Santo? Si él quiso que Jesús muriera en la Cruz, fue para hacernos fácil cualquier calvario.
Cuando un alma llega a enamorase del sacrificio, comienza la intimidad con el Espíritu Santo que siempre está dispuesto a comunicarse con un alma mortificada.


ORACIÓN
¡Espíritu Santo, Reposo inefable, Descanso amoroso, mi esperanza y mi amor!, concédeme las tres condiciones para la intimidad contigo: la soledad, la oración y el sacrificio, que son la vida del amor y la escuela en que formas a los santos.
Yo sé que la virtud comienza donde empieza el sacrificio. ¡Qué venga ese tesoro que reservas para los escogidos: la Cruz -delicia del Padre, encanto del Hijo y gloria tuya, oh divino Espíritu-!
Renueva mis sentidos. mis deseos, mis afectos, para que el amor a la Cruz domine en mi alma todo sentimiento para darte gloria y colaborar en la salvación de mis hermanos.
¡María!, modelo vivo de bondad, de oración y de cruz, enséñame a sacrificarme por amor.

Amén.




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