EL ESPÍRITU SANTO Y LOS
APÓSTOLES
Mt 28,19; Lc 24,49; Jn 20,22
I
A
los Apóstoles, que son los enviados del Espíritu Santo para la conversión y santificación
del mundo, quiso Jesús llamarlos allí mismo donde acababa él de ser ungido, y de
recibir su divina misión.
Jesús
instruía a menudo a san Pedro y a sus Apóstoles del papel tan importante del Espíritu Santo. Por lo que en los Hechos
de los Apóstoles vemos que la primera preocupación de los Apóstoles y de sus
discípulos fue dar a conocer al Espíritu Santo al mismo tiempo que a Jesús.
¡Con qué fe y entusiasmo hablaban de ese Santo Espíritu!
Pues
así como Jesús amó al Espíritu Santo, amémoslo nosotros y démosle gloria. Obsequiémosle
con finura y delicadeza nuestro espíritu, porque también sobre nosotros
desciende y descansa para comunicarnos sus gracias.
¡El
Don de Dios es él! Por él somos amados del Padre y del Hijo; él es la Ternura increada,
el Bien soberano que nos colma de favores sobrenaturales. Por esto quiere establecer
en nosotros su morada y su reinado, para que, santificados con su gracia,
seamos también sus apóstoles y atraigamos muchas almas a él.
II
Podemos
decir que la misión de Jesús fue dar a
conocer al Espíritu Santo y comunicarlo a los fieles. Juan Bautista fue
precursor de Jesús, el más grande entre los hijos de los hombres, elegido para
preparar el camino del Mesías; Jesús, el Hijo de Dios, es precursor del Espíritu
Santo para preparar al mundo a recibirlo.
Y
ciertamente lo consiguió, porque los Apóstoles ya instruidos por Jesús e
inundados por el Espíritu Santo en Pentecostés, hablaban sin cesar de sus
dones, de su acción en las almas, de la necesidad de recibirle y de la
imposición de las manos, Cf. Mc 6, 5; 8,23; 10, 16, porque con esta ceremonia instituida por el
mismo Jesucristo, comunicaban los Apóstoles el Espíritu Santo a los nuevos
fieles convertidos.
Jesús
prometió el Espíritu Santo a sus Apóstoles. El Espíritu Santo iluminándolos cambió
su cobardía en santo celo. Y entonces, al recordar las enseñanzas del Salvador:
"el Espíritu Santo que mi Padre
enviará en mi nombre, les enseñará todo y les recordará cuanto les he
dicho" Jn 14, 26, realizaron prodigios, predicaron al Espíritu Santo y
establecieron la Iglesia de la que él es el Alma, la Vida, el Corazón que
palpita con las efusiones de la gracia.
III
Recordemos
cómo Jesús vino al mundo por el Espíritu
Santo; cómo del Espíritu Santo recibió su moción divina. Veamos, llenos de
gratitud, cómo llamó a san Pedro, que debería ser el jefe supremo de su
Iglesia.
Veamos
cómo transformó a sus discípulos por medio del Espíritu Santo; que los Apóstoles
fueron constituidos por obra y gracia del Espíritu Santo; que la Iglesia es
vivificada y renovada por el Espíritu Santo; que los profetas fueron ilustrados
por el Espíritu Santo; por ese divino Espíritu los sacerdotes son ordenados,
consagrados los altares, expulsados los demonios y santificadas las almas. (San
Juan Crisóstomo)
Para
nosotros, si queremos sanar, el Espíritu Santo es Médico que da la salud; si
somos pobres, él es nuestro Padre -"Padre de los pobres"-; si tenemos
frío, es Calor; si padecemos sed, es Refrigerio; ¡es "Prenda de
gloria"!
El
Espíritu Santo es el primer Amor
-dice san León- y "la caridad de
Dios se difunde en nuestros corazones por el Espíritu Santo". Rm 5, 5
¡Acudamos
a Él, nuestra Luz y nuestra Vida!
ORACIÓN
¡Santo
Espíritu, autor de toda gracia, luz y vida, ilumina mi inteligencia porque
quiero ser tu apóstol, abre los oídos de mi alma y mueve mi voluntad para
servir a mis semejantes y llevarlos a ti! ¡Ven como suave rocío a empapar la
tierra de mi árido corazón!
¡Tú,
Soplo de vida, resucítame y enséñame la ciencia de la Cruz para imitar a Jesús,
y poder gozar de una eterna dicha!
¡Virgen
del alma, no me olvides con el Espíritu Santo!, te ofrezco mis buenas obras del
día de hoy para que el Espíritu Santo preserve del error a los niños y los
cobije con su benéfica sombra.
Amén.
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