EL ESPÍRITU SANTO ES LA
PUERTA PARA ENTRAR A LA IGLESIA
Jn 3, 5
I
"El que no nazca de
agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios". Jn 3, 5.
Nicodemo
buscó a Jesús de noche. Busquemos la luz; vayamos al que es Luz increada, al
Espíritu Santo, Dios de Dios, Luz de Luz, y hallaremos a todas horas en el
sagrario a Jesús que nos espera y nos repite: "¡Yo soy la luz del mundo!". Jn 8, 12
Allí
contestará a nuestras preguntas y disipará nuestras dudas. Jesús, clemente y
lleno de paciencia, nos espera siempre y a toda hora, como a Nicodemo; nos
acogerá con dulzura, responderá a nuestras preguntas y nos aconsejará el amor
al Espíritu Santo, fuego divino de amor infinito.
¡Si
comprendiéramos el amor que el Espíritu Santo ha infundido en el Corazón de
Jesús hacia nosotros! ¡Nos ama con el
amor de un Dios, AMOR infinito de la Trinidad!
II
Jesús,
que por el Espíritu Santo venía a vivificar al mundo y a devolverle la vida
perdida por el pecado, habló a Nicodemo del Espíritu Santo. Jesús nos enseñó en
este pasaje que el Espíritu Santo es la puerta para entrar en la Iglesia, renaciendo
del agua y del Espíritu.
¡Saciemos
nuestra sed en esa fuente, en ese manantial que es el Espíritu Santo!
"El Espíritu Santo
sopla donde quiere. Jn 3, 8 En el seno de la santa
Iglesia, su soplo vivificante mantiene a los fieles en la fe, mueve sus
corazones y los convierte a Dios.
Jesús
nos dijo que "oímos su voz y no
sabemos de donde viene ni a donde va". Y ¿cuál es la voz del Espíritu Santo'? El Verbo, la Palabra de Dios
Encarnada: ¡Palabra que brota de sí misma y se derrama por los labios de Jesús
en doctrina salvadora y santificante!
Cuántas
veces en el fondo del alma sintamos una voz que nos llama, que nos mueve a consagrarnos
a Dios, a perdonar algún agravio, a vencernos, a callar, a ser generosos, a defender
al inocente, a salir al encuentro del dolor, etc., ¡no desoigamos al Espíritu
Santo!, cumpliendo con alegría lo que es del agrado de Dios y complaceremos así
al Espíritu Santo.
¡Vayamos
siempre conducidos por la mano bendita de María!
III
"Todo el que dijere
palabras contra el Hijo del hombre, será perdonado; pero al que la dijere
contra el Espíritu Santo, no se le perdonará". Mt 12, 32 Jesús
defiende los derechos del Espíritu Santo, ¡lo ama tanto que quiso enseñarnos a
honrarlo y servirlo!
Desde
ahora nos acogemos a la sombra del divino Espíritu en la Iglesia, amando sus mandamientos,
queremos vivir en el santo temor de Dios que fomenta la caridad en el corazón y
lo lleva a la pobreza espiritual.
Los
pobres son bienaventurados porque confían en la Palabra de Dios: Si estamos en gracia de Dios, el Espíritu
Santo es como el Alma de nuestra alma: constantemente trabaja impulsándonos al
bien y defendiéndonos del mal; ni un buen pensamiento podríamos tener sin su
ayuda.
La
docilidad para con el Espíritu Santo
es prenda de salvación eterna.
Nadie
ha sido tan dócil al Espíritu Santo como Jesús y María; y después los santos
que siempre se distinguen por la virtud de la correspondencia.
ORACIÓN
¡Ven,
Espíritu Santificador, y haz que penetre hasta lo profundo de mi espíritu, la
fuerza de tu gracia que sostenga mi flaqueza con tu brazo omnipotente!
Espíritu
Santo, sólo tú puedes crear en mí un corazón nuevo que ame en el sacrificio.
¡Transfórmame
desde ahora en caridad, para convertirme en un acto de amor eterno, perdido en la inmensidad de tu ser!
María,
enséñame a ser dócil al Espíritu Santo que lleva a la verdad completa, y a la fidelidad
a la Iglesia y a su Magisterio. Amén.
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