BIENAVENTURADOS LOS QUE
LLORAN, PORQUE ELLOS SERÁN CONSOLADOS
Mt 5.5
I
El
Espíritu Santo es Espíritu consolador, Espíritu de verdad y Espíritu de amor.
Es
Espíritu consolador que siempre ayuda a nuestra flaqueza, alivia nuestras penas
y hace amable el sacrificio; consuela, poniendo paz en el sufrimiento y
estrechando la amistad divina que nos hace felices.
Pero...
¿a quiénes consuela este divino Espíritu? A los que lloran, a los humildes;
nunca desciende a los que no creen necesitarlo.
¡Cuántas
lágrimas inundan la tierra! Llora el enfermo en su lecho, el prisionero en sus cadenas,
el huérfano en su desamparo, el pobre en su indigencia, el calumniado en el deshonor...
Llora
el pecador arrepentido, lloran los que sufren en los desamparos y desolaciones,
lloran las almas víctimas por la Iglesia y por los pueblos culpables al ver
ofendido a Dios. ¡y lloran lágrimas de sangre.
Lloran
el rico y el pobre, el alto y el bajo, los reyes y los plebeyos... ¡todo es
llanto en este valle de lágrimas!
Y
¿quién es el consolador excelso, el Único capaz de suavizar y endulzar el padecimiento?
El Espíritu Santo, el cual inspiró a Jesús estas divinas palabras que hicieron sonreír
al mundo: "Bienaventurados los que
lloran porque ellos serán consolados". Lc 5,5
El
Consolador hace suaves los sacrificios de la vida y derrama su exquisita
dulzura en los corazones atribulados que lo invocan.
¡Oh
Consolador de los corazones salud de los enfermos, refugio de los afligidos y tesoro
único del mundo, ten piedad de nosotros! Tú que procedes del Padre y del Hijo,
ayúdanos, sostennos y danos el gozo y la paz que son frutos tuyos.
II
Vivir
en la verdad de Dios nos consuela, nos hace crecer.
El
Espíritu de verdad nos enseña a hablar con Dios. El Amor infinito tiene la
ciencia del lenguaje, por eso se dejó ver en Pentecostés sobre los Apóstoles,
en lenguas de fuego, símbolo de amor ardiente.
"El Espíritu penetra
todas las cosas, aun las más íntimas de Dios y las comunica a las almas".
Cf. 1Co 2, 10 Nos habla, en la oración nos deja oír la
voz de la verdad. En el alma del justo opera maravillas inefables que, si la fe
no las enseñara, serían verdaderamente increíbles.
Las
palabras del Espíritu Santo son íntimas y persuasivas, porque quiere hacer que vivamos
de la verdad, y que amemos en espíritu y en verdad: es decir, sin doblez ni
mentira, siendo sencillos, francos y sinceros en toda nuestra conducta.
Este
divino Espíritu es quien nos sugiere toda verdad. Escuchemos ese lenguaje
divino y transformémonos en sinceridad y en verdad para después darlo a conocer
a los demás, porque donde no hay luz, claridad y sencillez, no hay tampoco
Espíritu Santo, amigo de la simplicidad y la unidad.
III
El
Espíritu Santo es fuego sagrado que purifica y abrasa. "La caridad se difunde en nuestro corazón por el Espíritu Santo
que habita en nosotros". Rm 5,5 Ese fuego, ese amor que purifica, también
ilumina, porque el amor es luz: una luz que alumbra, que diviniza, y transforma.
¡Oh
amor, amor divino, deleite infinitamente atractivo entre el Padre y el Hijo,
¿quién te comprenderá? ¡Oh luz beatísima, ¡oh esplendor de la gloria, amor
increado, penetra, ilumina, enardece hasta el fondo de nuestros corazones!
¡Quién estuviera sumergido en el lago de tu lumbre, de tu unidad, en el
infinito seno de la Trinidad!
ORACIÓN
¡Oh
ser absoluto, vínculo inefable que unes al Padre y al Hijo, yo quiero amarte!
El vil gusanito de la tierra quiere dejar la crisálida de sus vicios y, ya
mariposa, volar a ti, perderse en ti y abrasarse en ti; dame para esto pureza,
sacrificio y un amor siempre creciente que me consuma en la unión con la
Trinidad Santísima.
¡Te
lo pido por María, Espíritu Santo, y no me lo podrás negar. Amén.
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