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Congregación Cuerpo y Sangre de Cristo

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sábado, 6 de mayo de 2017

PREPARACIÓN PARA PENTECOSTES 06 MAYO DE 2017

EL ESPÍRITU SANTO CON JESÚS EN EL DESIERTO
Mt 4,1-11



I
"El Espíritu Santo llevó a Jesús al desierto" Mt 4, 1; no para dejarle allí solo, sino para ser su compañero inseparable y gozarse con Él, como lo dice el profeta Oseas: ..Lo llevaré a la
soledad y allí le hablaré al corazón”. Os 2, 16
Contemplemos al Corazón de Jesús en el desierto, incendiado en amor por el Amor mismo.
El Espíritu Santo lleva al combate, sí; pero ayuda. Llevó a Jesús al desierto para que fuera tentado por Satanás: lo llevó a luchar, a combatir. Pero ¿acaso lo dejó solo? No, le inspiró palabras contra el demonio, lo hizo triunfar y mandó a los ángeles para servirle.
Vivamos de la Palabra de Dios, conservándola en nuestros corazones, porque esa divina Palabra es el Verbo: alimento, fuerza y vida: "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios. [...] No tentarás al Señor, tu Dios. [...] Adorarás al Señor tu Dios y a Él sólo servirás". Mt 4, 4. 7. 10.
El Espíritu Santo no abandona a quien reconoce su miseria, y anhela luchar con energía en las tentaciones de amor propio, de indiferencia, de cobardía, de temor, de desaliento, etc.
A muchos nos falta valor para ser felices amando la cruz:  ¡porque nos falta amor, nos falta Espíritu Santo!
II
El Espíritu actúa de tres maneras en Jesús durante su vida pública. Primero le MUEVE, después lo CONDUCE, más tarde lo IMPULSA... esto mismo hace con nosotros: nos mueve a vivir las virtudes, nos conduce por el camino de la perfección; y por último nos impulsa a la crucifixión voluntaria, máxima expresión del amor.
"Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto". Lc 4, 1
El Espíritu Santo MUEVE. Él mismo le condujo al desierto para ser tentado por el diablo, a fin de enseñarnos que las tentaciones se combaten con la oración y el ayuno; que no es malo el ser tentado, sino el dejarse vencer por la tentación. "Y se mantuvo en el desierto cuarenta días y cuarenta noches y no probó alimento". Mt 4, 2
Como Jesús, necesitamos separarnos de cuando en cuando del mundo, desprendernos de todas las criaturas para hallarnos a solas con Dios, con el Espíritu Santo... ¿Cuándo acabaremos de comprenderlo?
Si a Jesús, que era la misma inocencia y la perfección suma, el Espíritu Santo le impulsó a la soledad para que se preparase al apostolado y al sacrificio de la Cruz, ¿qué necesitaremos nosotros? Silencio.... soledad.....recogimiento....mortificación.... virtudes que ejercitó Jesús en el desierto, inflamado con la gracia del Espíritu Santo.
III
El Espíritu Santo CONDUCE. Cada alma tiene su propio camino que Dios le preparó desde toda la eternidad. A cada uno nos preparó gracias particulares; a cada uno nos trazó el sendero que deberemos cruzar, el estado en que deberemos servirle, etc.
Pero ¿quién nos conducirá de la mano por esa senda a veces obscura?... El Espíritu Santo, compañero santísimo, que dirigió todos los pasos de Jesús en cuanto hombre.
Él es el que conduce siempre con los cuidados y desvelos de una madre; el que con suavidad irresistible nos inspira interiormente y nos muestra los obstáculos que debemos vencer; el que nos señala el camino que debemos seguir.
Nos conduce, sí; nos mueve, nos sostiene, nos fortalece, nos ampara, cuida de nosotros hasta llevarnos al cielo.

ORACIÓN
Escúchame y compadécete de mi debilidad, ¡oh Espíritu Santo, amante de todo bien!
 “¡No retires de mí tu santo Espíritu y en espíritu de nobleza afiánzame!" Sal 51, 13-14, quiero ser fiel a la vocación y misión que me has confiado en la Iglesia.
¡Sé, en el desierto de mi alma, un manantial de favores y consuelos! ¡Sé tú mi fortaleza!
¡Ven, Refrigerio inmenso de corazones heridos!, ¡vierte en mi alma los raudales de tu amor para seguir generosamente a Jesús, al lado de María, mi Madre amadísima!
Amén.


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