SEPTENARIO AL ESPÍRITU SANTO PARA PEDIR SUS DONES
DÍA TERCERO - DON DE CONSEJO
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh Espíritu consolador, bondad
inefable, que suavísimamente abrasas las almas en fuego celestial! Aquí venimos
tus hijos a implorar tu protección poderosa y todos tus dones, para emplearlos
en saber amar a Jesús.
Ven a nuestra inteligencia para que
reine en ella la luz purísima de Jesús. Ven a nuestra voluntad para que en ella
reine la santidad de Jesús.
Ven a nuestro corazón para que en él
reine el amor a Jesús.
Ven, por fin, a nuestro ser, para que
lo absorba la vida divina de Jesús. Tú que eres la fuente de gracia, derrámala
abundantemente en nuestros corazones.
¡Oh divino Espíritu, fuente de
infinita pureza!, límpianos del pecado, renueva nuestras almas en Cristo y
escucha propicio las peticiones que ahora te hacemos.
Amén.
DÍA TERCERO- DON DE CONSEJO
El don de consejo lo da el Espíritu
Santo a quienes lo aman y por él se sacrifican; a quienes llevan consigo el
amor activo y el celo por su gloria; a quienes viven la pobreza espiritual, no
apropiándose lo que es de Dios, sino que se lo devuelven agradecidos,
quedándose gozosos en su miseria y en su nada.
El Espíritu Santo regala a sus fieles
el don de consejo aconsejándolos primero con santas inspiraciones, favores y
llamamientos. Sólo a quienes escuchan su voz y la ponen en práctica da este don
que tanta gloria le reporta; lo da a los directores que, escuchándolo, se
santifican para santificar después con el divino germen que hace producir
frutos espirituales de sólidas virtudes.
Toda persona que tenga almas a su
cargo debe, en lo posible, hacerse digna de recibir este don; pero el don de
consejo implica sacrificios, porque la santidad propia y la ajena los llevan
consigo. Quien no está aconsejado por el Espíritu Santo no puede aconsejar
recta y santamente.
El don de consejo tiene su asiento en
quien *ora, ama y se sacrifica. La oración, el amor y el sacrificio* son los
elementos indispensables para quien aspira a este apreciable don. La oración lo
comunica: el amor lo sostiene y el sacrificio lo impulsa. Sólo a los oídos
*dispuestos* hace escuchar el Espíritu Santo sus consejos e inspiraciones.
El ruido del mundo y de las pasiones
impide escuchar la suave voz del Espíritu Santo cuando aconseja. Necesita la
pureza y la paz del alma: en el silencio y en el recogimiento del corazón es
donde él habla y se comunica.
Dentro de la Cruz, o sea en el
sacrificio voluntario, se distingue perfectamente esa voz divina que enseña,
que ama, que aconseja, que mueve a practicar todas las virtudes y da a Dios
mucha gloria.
¡Oh Espíritu Santo!, nos pides
oración, amor y sacrificio para regalarnos este don. Haznos escuchar tus
consejos, báñanos con la dulzura de tu voz y enséñanos a cumplir la divina
voluntad sin vacilar. Amén.
ORACIÓN FINAL
¡Oh Espíritu Santo, benigno y
consolador que te complaces en aliviar nuestros males!
¡Oh fuego celestial que fecundizas
cuanto tocas!, ¡ven a extender por todo el mundo el amor a la Cruz! Derrama
sobre nosotros tu suave unción; suscita vocaciones de laicos, religiosos y
sacerdotes. Presérvanos de todo mal y llénanos de celestiales riquezas. Amén.
JACULATORIA
Crea en mí, ¡Dios mío!, un corazón
puro y renuévame por dentro con espíritu firme.
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