¡ABIERTOS AL ESPÍRITU QUE
RENUEVA NUESTRAS MENTES Y NUESTROS CORAZONES!
Concepción Cabrera de Armida. (Meditaciones)
INTRODUCCIÓN
Es tiempo de que el *Espíritu Santo*
reine dentro de cada corazón y en las arterias de la Iglesia, entonces,
florecerá el Amor que transformará al mundo.
*Nadie será pobre con la riqueza
divina del Espíritu Santo*, y el Padre y Jesús se complacerán con esa
renovación vivificante y palpitante de todo el universo.
Se buscan medios para detener la
corrupción, para conservar la fe, para encontrar la paz, para liberar las
inteligencias de los errores de las sectas y para encontrar la paz; *el único
medio es el Espíritu Santo.*
Él es la Luz, la Verdad, el único que
puede dar testimonio de Jesucristo, delineándolo en los corazones.
Por María se va al *Espíritu Santo* y
Ella es el medio suave y eficaz para que *Él venga a reinar* en la humanidad
entera.
LA TRINIDAD CONCIERTA LA ENCARNACIÓN EN MARÍA
Jn 1,1-3.14-15; 3, 16-18
_“Tanto amó Dios al mundo que dio a
su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida
eterna”_Jn 3, 16
La palabra de Dios significa, entre
otras cosas, *“que se da”*, es decir, *“que se comunica”* en el seno de la
Trinidad, eternamente; y lo mismo antes de los siglos que en el tiempo, porque
es el principio fecundo de toda comunicación íntima y de toda creación. Y
Dios se da, ciertamente, porque su Ser es caridad, amor que se comunica.
Pues bien, figurémonos una MIRADA de
afecto, de infinita complacencia, rebosante de inefable ternura entre las
divinas Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo, en que se comunican
mutuamente la vida y el amor…
Contemplemos contristada, en cierto
modo, a la Trinidad, al mirar el pecado del hombre; y cómo planea la Redención,
obra del infinito Amor. Don del Amor divino, que hizo que todo un Dios se diese
al hombre y tuviera en él sus delicias en la Encarnación del Verbo… Porque Dios
es amor. Y *¡amor que se da!...*
Escuchemos el siguiente diálogo entre
el Padre y su Hijo divino:
_“Padre mío, ¿en qué puedo
complacerte, puesto que soy el Hijo más amable, cariñoso y tierno? Te amo con
un amor infinito, como sabes, porque en el principio ya era Contigo y el
Espíritu Santo; Yo vine de tu vida y darte gloria es mi única delicia. ¿Qué te
contrista?”…_
“¡La Humanidad!, Hijo mío; ¡pues en
esas almas está la imagen de la Trinidad, porque Yo, al crearlas, puse en ellas
mi sello inmortal, una comunicación de mi mismo Ser, y las amo como cosa mía!
¡Se necesita redimirlas! ¡El cielo se cerró por el pecado!”
_“Lo comprendo todo, Padre, porque Yo
amo con tu mismo amor, con tu infinita caridad. Bajaré a la tierra, descenderé
y me anonadaré. En el seno de una Virgen Inmaculada tomaré carne purísima y así
cumpliré la promesa que hiciste en el Paraíso…_
¡Tu Justicia quedará satisfecha y la
Humanidad salvada!
- “Hijo mío, la soberbia inunda la
tierra”
_“Me humillaré sin medida ni
límites”_
- “La sensualidad y la ambición de
riquezas inunda el mundo”
_Seré la Pureza por esencia, Padre,
no rehusaré ningún sacrificio”._
- “La ofensa hecha a Mí es inmensa”.
_“La borraré con mi obediencia a tu
Voluntad. ¡Así quedarás satisfecho, Padre mío”._
Y entonces, el Padre envolvería a su
Hijo con una mirada de infinita gratitud…¡Que abismos de
caridad!...¡Meditemos…y agradezcamos!
*El Espíritu Santo*, que escucharía
este diálogo sublime entre el Padre y el Hijo, a su vez diría:
“Yo realizaré esa Obra; porque es
Obra de Amor – La Encarnación en María – en esa criatura perfectísima concebida
sin pecado y que, en la mente divina, existe desde toda la eternidad… Yo uniré
un Alma preciosísima al Cuerpo sagrado que formaré de la sangre de una Virgen,
y nacerá de Ella. Por el mayor de los portentos, quedará la Virgen siempre pura
y verdadera Madre de Dios.
¡Ha llegado el feliz instante! Yo
perfeccionaré esa criatura, como un pintor enamorado de su obra predilecta;
será concebida sin mancha original; en su alma purísima y en su cuerpo, mi
"templo vivo", infundiré mis dones y carismas; y será el trono de la
Sabiduría.
Y esa Virgen _concebirá y dará a la
luz un Hijo y se le pondrá por nombre Jesús_ Lc 1,31, es decir ¡Salvador!... Ya
mi gozo es indecible, consagraré ese Tabernáculo. Ella será la Rosa mística, la
Flor de los campos de la Iglesia”.
¡Cuánto amaba a María desde entonces
el Espíritu Santo!
Oración
¡Trinidad Santísima, te contemplo y
te amo en la eternidad de tu Ser! En mi humilde pequeñez, te alabo, Padre,
porque nos has dado a tu propio Hijo, al Verbo que bajó al mundo y se ofreció
por nosotros, al Espíritu Santo que realizó la Encarnación.
*¡Espíritu amadísimo*, dame un
corazón muy grande que sepa sentir y agradecer la misericordiosa bondad de la
Santísima Trinidad y que, no con palabras sino con hechos, le pruebe mi
fidelidad.
Amén.
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