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Congregación Cuerpo y Sangre de Cristo

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miércoles, 26 de abril de 2017

PREPARACIÓN PARA PENTECOSTES 26 DE ABRIL DE 2017

EL ESPÍRITU SANTO VIVIENDO EN JESÚS Y EN MARÍA





Mt 1,20-21; Lc 1,35

I

María posee a Jesús, es suyo enteramente suyo... Lo recibió del Espíritu Santo para la gloria de Dios y para sacrificarlo en favor de los hombres. Y ¿por qué se enamoró el Espíritu Santo de María? Por su candor, por su pureza, porque en el transparente cristal de su alma se reflejaba siempre viva la imagen de la Trinidad Santísima.
Poseída por el Espíritu Santo desde el primer aliento de su ser, creció multiplicando sus virtudes de manera inconcebible. En el alma bendita de María plantó el divino Espíritu un delicioso jardín que regó con el manantial perenne de sus dones para que floreciera en virtudes y fructificara a Jesús, el Hijo del Eterno y su propio Hijo.
Meditemos, pues, en ese Fruto precioso, no sólo de María, ¡sino en María!
El Espíritu Santo, que no se apartó un momento del alma de Jesús, inspiraba a su Madre Santísima la más admirable y heroica generosidad.
Contemplemos a María, no tan sólo llena de gracia como la saludó el Ángel, sino llevando consigo al Autor de la gracia, que quiso ser su suyo por medio del Espíritu Santo.
Dame, ¡oh María!, ese Espíritu consolador. Ruégale que venga a mi corazón con su divino amor.

II

Del Corazón de María, lleno del Espíritu Santo procedió el Corazón de Jesús, templo del Espíritu consolador. ¡Qué dos Corazones más parecidos! ¿Cuál sería en ellos la divina acción del Espíritu Santo? ¡Que laten al mismo compás; que reciben la misma sangre - sangre que había de ser derramada para la salvación del mundo-!
¡Qué deliciosa intimidad entre el Espíritu Santo, Jesús y María! ¡Qué unión, qué compenetración de voluntades! María está sobre toda criatura: ¡es la Madre de Dios!
La maternidad divina pone a María en relaciones íntimas con las tres divinas Personas.  Al Padre le dice: "Yo soy real y verdaderamente la Madre de tu Hijo"; al Verbo Encarnado: “Tú eres mi Hijo hoy te he engendrado” Sal 2,7;  y al Espíritu Santo: "Aquel de Quien procedes y que con el Padre es tu principio, de quien recibes eternamente la naturaleza que te hace Dios, es mi Hijo, soy su Madre". Oh dignidad y alteza de María!, ¿llegaremos jamás a comprenderla?
¿Y qué almas se han unido tan estrecha, tan íntima, tan indisolublemente, con el Espíritu Santo, como las de Jesús y María? Esta unión íntima se derrama en gracia para la salvación de los hombres.
¡Acción infinitamente amorosa del Espíritu Santo en aquellos dos purísimos Corazones, acción fecunda en gracias para toda la humanidad!

III

Jesús vino al mundo por el Espíritu Santo; María recibió a Jesús el Espíritu Santo. Y yo ¿cómo recibo al Espíritu Santo? ¿Cómo me lo da Jesús'? En la Comunión.
En la Comunión recibo, a Jesús y está en mi alma como estaba en María. Me lo entrega el Espíritu Santo por amorosa voluntad del Padre.
Cuán poco se piensa en la acción del Espíritu Santo en la Eucaristía, donde renueva misteriosamente la Encarnación del Verbo divino en cada una de las almas!
¡Gracias, María, porque le diste a Jesús su cuerpo y la sangre preciosa que iba a derramar, en favor de nosotros!

ORACIÓN
¡Espíritu Santo que tan íntimamente poseíste a los miembros de la Sagrada Familia, Jesús, María y José!, haz que yo también posea a Jesús; que al impulso de tus inspiraciones me mueva, sólo para la gloria de Dios y el bien de los que me rodean, derramando tu caridad divina en los demás.
¡Madre amantísima, que viviste siempre con plenitud los dones divinos del Espíritu Santo, activa su reinado sobre la tierra! Yo sé que el Espíritu Santo desciende a las almas en las que ve tu imagen bendita retratada. Imprímela en mi alma, que hoy te consagro para siempre. Acéptala, Madre; pon en ella tus virtudes y, al contemplar tu parecido, venga a mí el Espíritu divino y me comunique con la infusión de sus gracias los frutos de vida eterna.


Amén.



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