EL ESPÍRITU SANTO VIVIENDO
EN JESÚS Y EN MARÍA
Mt
1,20-21; Lc 1,35
I
María
posee a Jesús, es suyo enteramente suyo... Lo recibió del Espíritu Santo para la gloria de Dios y para sacrificarlo en favor
de los hombres. Y ¿por qué se enamoró el Espíritu Santo de María? Por su
candor, por su pureza, porque en el transparente cristal de su alma se reflejaba
siempre viva la imagen de la Trinidad Santísima.
Poseída
por el Espíritu Santo desde el
primer aliento de su ser, creció multiplicando sus virtudes de manera
inconcebible. En el alma bendita de María plantó el divino Espíritu un delicioso
jardín que regó con el manantial perenne de sus dones para que floreciera en virtudes
y fructificara a Jesús, el Hijo del Eterno y su propio Hijo.
Meditemos,
pues, en ese Fruto precioso, no sólo de
María, ¡sino en María!
El
Espíritu Santo, que no se apartó un momento del alma de Jesús, inspiraba a su
Madre Santísima la más admirable y heroica generosidad.
Contemplemos
a María, no tan sólo llena de gracia como la saludó el Ángel, sino llevando
consigo al Autor de la gracia, que quiso ser su suyo por medio del Espíritu Santo.
Dame,
¡oh María!, ese Espíritu consolador. Ruégale que venga a mi corazón con su divino
amor.
II
Del
Corazón de María, lleno del Espíritu
Santo procedió el Corazón de Jesús, templo del Espíritu consolador. ¡Qué
dos Corazones más parecidos! ¿Cuál sería en ellos la divina acción del Espíritu
Santo? ¡Que laten al mismo compás; que reciben la misma sangre - sangre que había
de ser derramada para la salvación del mundo-!
¡Qué
deliciosa intimidad entre el Espíritu Santo, Jesús y María! ¡Qué unión, qué compenetración
de voluntades! María está sobre toda criatura: ¡es la Madre de Dios!
La
maternidad divina pone a María en relaciones íntimas con las tres divinas
Personas. Al Padre le dice: "Yo soy
real y verdaderamente la Madre de tu Hijo"; al Verbo Encarnado: “Tú eres mi Hijo hoy te he engendrado” Sal
2,7; y al Espíritu Santo:
"Aquel de Quien procedes y que con el Padre es tu principio, de quien
recibes eternamente la naturaleza que te hace Dios, es mi Hijo, soy su
Madre". Oh dignidad y alteza de María!, ¿llegaremos jamás a comprenderla?
¿Y
qué almas se han unido tan estrecha, tan íntima, tan indisolublemente, con el
Espíritu Santo, como las de Jesús y María? Esta unión íntima se derrama en
gracia para la salvación de los hombres.
¡Acción
infinitamente amorosa del Espíritu Santo en aquellos dos purísimos Corazones, acción
fecunda en gracias para toda la humanidad!
III
Jesús
vino al mundo por el Espíritu Santo;
María recibió a Jesús el Espíritu Santo.
Y yo ¿cómo recibo al Espíritu Santo? ¿Cómo me lo da Jesús'? En la Comunión.
En
la Comunión recibo, a Jesús y está en mi alma como estaba en María. Me lo
entrega el Espíritu Santo por amorosa voluntad del Padre.
Cuán
poco se piensa en la acción del Espíritu Santo en la Eucaristía, donde renueva misteriosamente
la Encarnación del Verbo divino en cada una de las almas!
¡Gracias,
María, porque le diste a Jesús su cuerpo y la sangre preciosa que iba a derramar,
en favor de nosotros!
ORACIÓN
¡Espíritu
Santo que tan íntimamente poseíste a los miembros de la Sagrada Familia, Jesús,
María y José!, haz que yo también posea a Jesús; que al impulso de tus inspiraciones
me mueva, sólo para la gloria de Dios y el bien de los que me rodean, derramando
tu caridad divina en los demás.
¡Madre
amantísima, que viviste siempre con plenitud los dones divinos del Espíritu Santo,
activa su reinado sobre la tierra! Yo sé que el Espíritu Santo desciende a las
almas en las que ve tu imagen bendita retratada. Imprímela en mi alma, que hoy
te consagro para siempre. Acéptala, Madre; pon en ella tus virtudes y, al
contemplar tu parecido, venga a mí
el Espíritu divino y me comunique con la infusión de sus gracias los frutos de
vida eterna.
Amén.
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