Desde
aquel día, Jesús comenzó a anunciar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén,
y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los
escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar al tercer día.
Pedro
lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo, diciendo: "Dios no lo permita,
Señor, eso no sucederá".
Pero
él, dándose vuelta, dijo a Pedro: "¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú
eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los
de los hombres".
Entonces
Jesús dijo a sus discípulos: "El que quiera venir detrás de mí, que
renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.
Porque
el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de
mí, la encontrará.
¿De
qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá
dar el hombre a cambio de su vida?
Porque
el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y
entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras.
V.
Palabra del Señor
R.
Gloria a ti, señor Jesús
Leer el comentario del
Evangelio por
San
Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia. Sermón
96; PL 38, 584-586
«“Tus
pensamientos no son como los de Dios, sino como los de los hombres.” (Mt 16,23)
Cuando
el Señor compromete al hombre que le quiere seguir a renunciar a sí mismo, nos
encontramos difícil su exigencia y duro para entender. Pero si aquel que lo
pide nos ayuda a cumplirlo, su mandato no es ni difícil ni costoso...Y esta
otra palabra, salida de la boca del Señor, es igualmente verdadera: “Mi yugo es
suave y mi carga ligera” (Mt 11,30).
El
amor, en efecto, suaviza lo que los preceptos pueden tener de costoso.
Conocemos todas los prodigios que el amor es capaz de realizar...! ¿Por qué
extrañarse de que aquel que ama a Cristo y lo quiere seguir, renuncie a sí mismo
para amarlo?...Porque si el hombre se pierde amándose a sí mismo, sin duda,
tiene que encontrarse al renunciar a si mismo...
¿Quién
rehusaría seguir a Cristo hasta la vida eterna, hasta la paz suprema y la
tranquilidad sin fin? Es bueno seguirle hasta allí; con todo, hay que conocer
el camino que lleva hasta ahí... El camino parece cubierto de asperezas, te da
en rostro, no quieres seguir a Cristo. ¡Ponte en camino! El camino que los
hombres se han trazado, son irregulares, pero han sido allanados cuando Cristo
los anduvo volviendo al cielo. ¿Quién rehusará, pues, caminar hacia la
gloria?
A
todo el mundo le gusta ensalzarse en gloria, pero la humildad es la dirección
para llegar a ella. ¿Por qué levantas el pie más alto que tú mismo? ¿Quieres
despeñarte en lugar de subir? Empieza por este paso, él te hará subir. Los dos
discípulos que decían: “Señor, concédenos sentarnos uno a tu derecha y otro a
tu izquierda en tu gloria.” (Mc 10,37) no prestaban ninguna atención a este
grado de humildad. Veían sólo la cumbre y no veían el camino. Pero el Señor les
mostró el camino. ¿Qué es lo que les respondió? “Podéis beber la copa de
amargura que yo he de beber, o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a
ser bautizado?” (Mc 10,38). Vosotros, que queréis llegar a la fiesta
de honores ¿podréis beber el cáliz de la humildad? Por esto, el Señor no se
limitó a decir, de una manera generalizada: “que se niegue a sí mismo y me
siga”, sino que añadió: “que tome su cruz y me siga”.
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