Jesús
dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
"¿Qué
les parece? Un hombre tenía dos hijos y, dirigiéndose al primero, le dijo:
'Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña'.
El
respondió: 'No quiero'. Pero después se arrepintió y fue.
Dirigiéndose
al segundo, le dijo lo mismo y este le respondió: 'Voy, Señor', pero no
fue.
¿Cuál
de los dos cumplió la voluntad de su padre?". "El primero", le
respondieron. Jesús les dijo: "Les aseguro que los publicanos y las
prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios.
En
efecto, Juan vino a ustedes por el camino de la justicia y no creyeron en él;
en cambio, los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Pero ustedes, ni
siquiera al ver este ejemplo, se han arrepentido ni han creído en
él".
V.
Palabra del Señor
R.
Gloria a ti, señor Jesús
Leer el comentario del
Evangelio por
Santa
Teresa Benedicta de la Cruz, Edith Stein, (1891-1942), carmelita descalza,
mártir, copatrona de Europa Meditación para la fiesta de la Exaltación de
la Santa Cruz
Obedientes
al Padre, siguiendo al Hijo
“¡Qué
se haga tu voluntad!” (Mt 6,10) En esto ha consistido, toda la vida del
Salvador. Vino al mundo para cumplir la voluntad del Padre, no sólo con el fin
de expiar el pecado de desobediencia por su obediencia (Rm 5,19), sino también
para reconducir a los hombres hacia su vocación en el camino de la
obediencia.
No
se da a la voluntad de los seres creados, ser libre por ser dueño de sí mismo.
Está llamada a ponerse de acuerdo con la voluntad de Dios. Si acepta por libre
sumisión, entonces se le ofrece también participar libremente en la culminación
de la creación. Si se niega, la criatura libre pierde su libertad. La voluntad
del hombre todavía tiene libre albedrío, pero se deja seducir por las cosas de
este mundo que le atraen y poseen en una dirección que la aleja de la plenitud
de su naturaleza, como Dios manda y que han abolido la meta que se ha fijado en
su libertad original. Además de la libertad original, pierde la seguridad de su
resolución. Se vuelve cambiante e indecisa, desgarrada por las dudas y los
escrúpulos, o endurecida en su error.
Frente
a esto, no hay otro remedio que el camino de seguir a Cristo, el Hijo del
hombre, que no sólo obedecía directamente al Padre del cielo, sino
que se sometió también a los hombres que representaban la voluntad del Padre.
La obediencia tal como Dios quería, nos libera de la esclavitud que
nos causan las cosas creadas y nos devuelve a la libertad. Así también el
camino hacia la pureza de corazón.