Evangelio según San
Mateo 17,1-9.
Jesús
tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte
elevado.
Allí
se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus
vestiduras se volvieron blancas como la luz. De pronto se les aparecieron
Moisés y Elías, hablando con Jesús. Pedro dijo a Jesús: "Señor, ¡qué
bien estamos aquí! Si quieres, levantaré aquí mismo tres carpas, una para ti,
otra para Moisés y otra para Elías".
Todavía
estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y se oyó una
voz que decía desde la nube: "Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo
puesta mi predilección: escúchenlo". Al oír esto, los discípulos
cayeron con el rostro en tierra, llenos de temor. Jesús se acercó a ellos
y, tocándolos, les dijo: "Levántense, no tengan miedo". Cuando
alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo.
Mientras
bajaban del monte, Jesús les ordenó: "No hablen a nadie de esta visión,
hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos".
MONTE DE LA TRANSFIGURACIÓN - ISRAEL
Comentario del Evangelio
por: San Agustín (354-430), obispo de
Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Sermón 78,2-6; PL 38,
490-493
“Y
esta es la voz, venida del cielo, que nosotros escuchamos cuando estábamos con
él en el monte santo.” (2Pe 1,18)
Señor,
¡qué bien estamos aquí!” Cansado de vivir en medio de la gente, Pedro había
encontrado la soledad en la montaña donde su alma se alimentaba de Cristo. ¿Por
qué tenía que dejar este lugar para ir hacia las fatigas y las penas, él que
ardía en amor de Dios y, por lo tanto, santificaba su vida? Quería disfrutar de
esta felicidad, aunque añadía: “Si tú quieres, hagamos tres tiendas, una para
ti, otra para Moisés, otra para Elías.”....(Mt 17,4)
Pedro
deseaba tres tiendas: la respuesta venida del cielo nos muestra que no tenemos
más que una: la Palabra de Dios es Cristo, la Palabra de Dios está en la Ley,
la Palabra de Dios está en los profetas... En el momento en que la nube cubría
a todos y formaba, para decirlo de alguna manera, una sola tienda encima de
ellos, una voz salía de la nube...Aquel a quien la voz revelaba es aquel que
glorificaban tanto la Ley como los profetas: “¡Este es mi Hijo, el Amado, en
quien me complazco, escuchadle!” (Mt 17,5). Ya lo habéis escuchado en los
profetas, lo habéis escuchado en la Ley, ¿dónde no lo habéis oído? A estas
palabras, los discípulos cayeron de bruces...
Cayendo
en tierra, los apóstoles simbolizan nuestra muerte..., pero, levantándose el
Señor, simboliza la resurrección. Después de la resurrección ¿a qué sirve la
Ley? ¿A qué sirven los profetas? En aquel momento Elías desaparece, desaparece
también Moisés. Lo que queda: “En el principio existía la Palabra y la Palabra
era junto a Dios y la Palabra era Dios” (Jn 1,1). La Palabra te queda para que
Dios sea todo en todos (lCor 15,28)...
“Desciende,
Pedro, Tú deseabas descansar en la montaña... Mira que el Señor mismo te dice:
“Desciende a servir y a sufrir en este mundo, a ser despreciado y crucificado
en este mundo”. La vida descendió para ser asesinada, el pan descendió para
soportar el hambre, el camino descendió para cansarse en los caminos, la fuente
descendió para pasar sed, y tú, ¿tú rehusas el sufrimiento? ¡No busques tu
propio provecho! ¡Practica la caridad, anuncia la verdad! Así llegarás a la
inmortalidad y con ella encontrarás la paz.
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