SEPTENARIO AL ESPÍRITU SANTO PARA PEDIR SUS DONES
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
DÍA SÉPTIMO - DON DE TEMOR DE DIOS
¡Oh Espíritu consolador, bondad
inefable, que suavísimamente abrasas las almas en fuego celestial! Aquí venimos
tus hijos a implorar tu protección poderosa y todos tus dones, para emplearlos
en saber amar a Jesús.
Ven a nuestra inteligencia para que
reine en ella la luz purísima de Jesús. Ven a nuestra voluntad para que en ella
reine la santidad de Jesús.
Ven a nuestro corazón para que en él
reine el amor a Jesús.
Ven, por fin, a nuestro ser, para que
lo absorba la vida divina de Jesús. Tú que eres la fuente de gracia, derrámala
abundantemente en nuestros corazones.
¡Oh divino Espíritu, fuente de
infinita pureza!, límpianos del pecado, renueva nuestras almas en Cristo y
escucha propicio las peticiones que ahora te hacemos.
Amén.
Don de Temor de Dios
El don de temor de Dios no consiste
en el miedo a la justicia Divina, sino que basado en el Amor de Dios, teme la
ofensa que pueda desagradar a su Amado.
La delicadeza de conciencia es
compañera de este santo temor.
El santo temor es el don del Espíritu
Santo que lleva consigo al de sabiduría; porque El que ama la Cruz teme el
pecado.
Como todas las virtudes están ligadas
entre su y unas a otras se atraen, igualmente pasa con los dones, que están
todos en más o menos grados.
El alma que posee el temor de Dios no
peca, la impulsa solo el amor, huye de todo mal solo por no disgustarlo, por
ser Quien es digno de toda alabanza y adoración.
Al temor de Dios lo acompaña siempre
la contrición.
Dios teme el pecado, porque ama al
pecador. Jesús te el pecado, no tanto porque lo crucifica, sino por la ofensa
que recibe la divinidad; el ver ofendido a su Padre cuya grandeza no puede el
hombre llegar a comprender, en eso consiste su dolor.
De la misma manera el alma, en cuanto
sea capaz, debe temer el pecado, no por el castigo, sino *por ver ofendido a su
creador y amorosísimo Padre*. Este debiera ser el dolor del pecado, dolor
sublime, digno de gracias infinitas.
¡Oh Espíritu Divino!, danos la gracia
del verdadero temor de Dios, el cual, *por puro amor* y no por miedo, se lanza
a evitar el pecado, en alas de la más pura caridad. Amén.
ORACIÓN FINAL
¡Oh Espíritu Santo, benigno y
consolador que te complaces en aliviar nuestros males!
¡Oh fuego celestial que fecundizas
cuanto tocas!, ¡ven a extender por todo el mundo el amor a la Cruz! Derrama
sobre nosotros tu suave unción; suscita vocaciones de laicos, religiosos y
sacerdotes. Presérvanos de todo mal y llénanos de celestiales riquezas. Amén.
JACULATORIA
Crea en mí, ¡Dios mío!, un corazón
puro y renuévame por dentro con espíritu firme.